Inconexa
Somnolencia
A
veces la irrealidad de las situaciones me absorbía por completo. El esperpento
de las preguntas a destiempo me superaba.
La
comicidad de una persona que cae tras pisar una cáscara de plátano me
transportaba a una época en la que un gesto valía más que cualquier palabra de
silencioso significado, vacía en espíritu.
El
vuelo de los elefantes hacía que las nubes parecieran preparadas para la
tormenta que en algún lugar se avecinaba.
El
tacto de las lágrimas de los girasoles al alba me hacía comprender el silencio
de los besos perdidos.
No
había nada que pudiera alterar la imaginación de mi corazón. Cerebros que suben
al sótano de mi cuerpo y nervios que bajan al desván de mis emociones.
Figuras
retóricas imposibles e impasibles, sin alma que dañar, sin sangre que
desparramar, hacían de esta realidad una realidad cuyo final no podría ser
infeliz, no podría terminar mal.
Deseos
de medianoche que no llevan a ninguna parte más que a aquella donde el
placentero sueño descansa apaciblemente del sonido de ovejas que saltan una
valla mientras el portador cierra los ojos esperanzado en abrirlos ocho horas
más tarde.
Imágenes
de un pasado que aún no ha sucedido y del futuro que ya se marchó. Incierto
presente el que evoca estas irresistibles imágenes sin sentido.
Y
tan incierto como ese presente, terremoto sonoro que podría matar de un susto a
la mismísima muerte y…
…y el sonido de su
despertador le devolvió a la realidad.
José
Manuel Romero Cervantes
Saludos con un insomnio tramposo y mocoso...