viernes, 22 de marzo de 2013

Cuento A La Una De La Madrugada - Volumen VIII

Silencio Y Soledad

Silencio.
Su alma está por fin en silencio.
Ya no llora. Ya no sufre por ella.
La ha perdido para siempre.
No supo valorarla como debía y ahora solamente puede lamentar su pérdida.

Soledad.
La mira.
Aunque pálida, aún está muy bella. Sus carnosos labios se vuelven morados. Sus ojos entreabiertos miran al vacío.

Silencio.
La escucha.
Ya no grita.
Su garganta ya no emite sonidos.

Soledad.
No se había percatado de eso.
Antes había ruido, pero nunca estaba sólo. Sufría, pero tenía alguien con quien compartirlo. Se enfurecía, pero tenía a quién maltratar para liberarse.

Silencio.
Soledad y silencio.
No había pensado en ello mientras discutían. Ni tampoco cuando le dio el primer puñetazo. Él no quería. Ella le había obligado a ello.

Soledad.
Silencio y soledad.
Cuando había cogido el cuchillo, él no pensaba en nada. Y cuando se lo había clavado tres veces, él ya no era él.

Silencio, pues ella callaba. Soledad, pues ella estaba muerta.







José Manuel Romero Cervantes





Saludos desde el silencio de la soledad de una noche de primavera…

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