El Cuentacuentos Con Tendencias Suicidas Que Le Tenía Miedo A Los Muñecos Y El Niño Que No Podía Parpadear
Cuenta la leyenda que, no hace mucho tiempo,
vivía un chico que nunca parpadeaba y al que nunca se le secaban los ojos.
Nadie podía dar explicación al fenómeno, y el chico estaba ansioso por conocer
alguna cura a su rara enfermedad, y así, volver a parpadear. Ser como cualquier
otro chico: un chico normal.
También
cuenta la leyenda que, en aquella misma época, vivía cerca de aquel chico un
cuentacuentos con tendencias suicidas. Era una cuentacuentos más o menos normal
al que le aterraban los muñecos. Su miedo se basaba en que cuando les hablaba,
jamás le contestaban. Pero, sobre todo, su miedo era que jamás parpadeaban.
Casualmente,
un famoso médico que se hallaba en la ciudad oyó hablar del niño que no podía
parpadear y se decidió a visitarle. Era un caso interesante con el que aumentar
su reputación.
Este
famoso médico le hizo un examen completo, con especial dedicación en los ojos.
Pudo constatar que estos no se secaban porque el niño que no podía parpadear,
sí podía dormir con los ojos cerrados.
Casualmente,
el famoso médico se hallaba en la ciudad estaba visitando a su hermano que era
un gran psiquiatra. Este gran psiquiatra era un ferviente fan de los cuentos
del cuentacuentos y le pidió a este que le escribiera un cuento especialmente
para él. Sin embargo, no podría pagárselo, porque en época de vacas flacas, no
había dinero. A cambio le ofreció sus servicios de psiquiatra, de manera
gratuita, cuando al cuentacuentos le viniera bien cobrarle el cuento.
El
cuentacuentos con tendencias suicidas acudió un día a la consulta del gran
psiquiatra y le expuso su preocupación por su miedo a los muñecos. El
psiquiatra le hizo unas cuantas preguntas y le prometió encontrar una solución
a su caso, aunque era el primero que veía de ese tipo.
Tal
y como suele suceder en una cena familiar en la que hay médicos, los dos
hermanos contaron los detalles de los respectivos casos que les ocupaban el
tiempo y observaron que, tanto el niño que no podía parpadear, como el
cuentacuentos con tendencias suicidas que le tenía miedo a los muñecos,
buscaban respuestas. Aquella noche acordaron que les juntarían para que se
conocieran e intentarían darle respuestas a ambos.
Llegó
el día en que los reunieron, y el médico famoso y el gran psiquiatra estaban
decaídos: no podrían darle respuestas a ninguno de ellos, porque sus casos eran
excepcionalmente raros. Cada especialista llevó a su paciente a la sala donde
se conocerían y los presentaron.
Les
animaron a conocerse y a compartir sus temores y sus inquietudes. Al
cuentacuentos le pidieron que, en el transcurso del día, le contara alguno de
sus magníficos cuentos al niño que no podía parpadear, para ayudarse ambos
mutuamente a olvidar sus problemas. El médico famoso y el gran psiquiatra
prometieron darles respuestas a ambos cuando volvieran de hacer unas consultas
urgentes.
Sin
embargo, termina la leyenda, nadie obtuvo respuestas: el médico famoso tuvo un
accidente cuando iba a ver a una paciente de las afueras y falleció en el acto;
el gran psiquiatra se cortó las venas después de que su mujer le llamara y le
dijera que lo abandonaba por otro hombre; y el cuentacuentos con tendencias
suicidas que tenía miedo de los muñecos se suicidó después de asesinar al niño
que no podía parpadear, porque se parecía a uno de esos terroríficos muñecos.
José Manuel Romero Cervantes
Saludos de un escritor novel que aún no ha recibido el Premio Nobel...
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