martes, 16 de marzo de 2010

"El Mito De Bourne"

     "Dices eso porque crees que sabes cómo murieron. [...] No lo sabes. Yo querría saberlo. Querria saber que mi madre no mató a mi padre. Y que no se suicidó. [...] Eso no... Tus padres no murieron así. Yo los maté. Fui yo. Era mi trabajo. Fue mi primera vez. Tu padre tenía que estar sólo, pero tu madre apareció de repente y tuve que cambiar el plan. Todo fue distinto, y ahora lo sabes. ¿No es mejor? Cuando alguien te quita lo que amas, quieres saber la verdad. Lo siento."


Capítulo 4 del cuento "La Fecha De Mi Muerte" de José Manuel Romero Cervantes:

La Organización Contra El Fin Del Mundo (O.C.F.M.)
  • ¿El fin del mundo? ¿Qué dure al menos un día más? ... Me voy, no soporto que se rían de mi de esta manera.
  • Era de esperar esa reacción. Permítame que le enseñe la Organización, después es libre de hacer lo que quiera.
  • Estoy seguro de que es una broma, pero para que me deje en paz, le complaceré. A ver, ¿dónde está la dichosa organización?
  • Detrás del muro que se halla frente a nosotros.
     Justo en frente de nosotros se hallaba una pared bastante grande, de ladrillos rojos. El señor Willett se fue directo hacia ella y la atravesó. Yo hice lo mismo. Más tarde me enteraría de que aquella pared de gruesos ladrillos no era más que un holograma generado por una tecnología muy avanzada. Justo después de traspasar la pared de ladrillos, bajamos por una escalera mecánica que, desde arriba, no parecía tener fin. Estoy empezando a creer que todo esto puede ser real. Tal vez si exista la dichosa Organización.
     Llegamos abajo y nos reciben dos hombres muy corpulentos que me cachean rápidamente y hacen identificarse al señor Willett. Tras esto le sigo por una especie de complejo de edificios subterráneos. Nos detenemos frente al más alto. Debe tener algo más de 100 pisos y todo ello se hallaba bajo tierra...
     Entramos, montamos en el ascensor y, para mi sorpresa, no subimos, sino que bajamos aún más, hasta el sótano 23, el último sótano. Este sótano es un auténtico laberinto, si te pierdes en él es muy posible que nadie te encuentre. Para mi consuelo, parece que el señor Willett sabe dónde vamos. Tras pasar por delante de muchas puertas, algunas de las cuales tenían tres números y otras muchas tenían cuatro número identificativos, llegamos a la puerta 2012. Nos detenemos y el señor Willett se dirige a mi:
  • Espere aquí, Albert. Volveré a buscarle en pocos minutos.  
     Asiento con la cabeza. Él entra en la sala y oigo que habla, pero no puedo distinguir lo que dice. Vuelve al cabo de unos seis minutos y me hace entrar.



Saludos desde el escritorio de un estudiante...

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