"Querían que le parara el corazón a una cabra. Pero ¿qué me había hecho esa pobre cabra? Aquello iba totalmente en contra del código Jedi. Sólo iba a fingir que lo intentaba para que vieran que no funcionaba y se olvidaran del asunto, pero entonces, al sentarme allí, sentí una fuerza dentro de mi que no podía detener. En algún lugar en mi interior, una parte oscura de mi quería saber si era capaz de hacerlo. [Ostia puta.] Y lo hice. Utilicé mis poderes para hacer el mal y la maldición cayó sobre nosotros. Es como ese poema en el que un tipo mata a una gaviota y le obligan a llevarla colgada del cuello. Todas las noches soñaba con esa cabra, cómo abría y cerraba la boca sin emitir un sólo sonido."
Capítulo 7 del cuento "La Fecha De Mi Muerte" de José Manuel Romero Cervantes:
El Funeral
Me siento en primera fila. Hace dos días maté a Lucy. La dormí con cloroformo, le corté las venas y la metí en la bañera. Ninguna huella. Parecía un auténtico suicidio. Creo que no voy a superar nunca lo que he hecho, la quería demasiado.
En este momento me vienen a la cabeza datos sueltos. Imágenes de nuestra boda, de nuestra luna de miel, de nuestra primera cena en la casa nueva. Acabábamos de decidirnos a tener nuestro primer hijo. Ya teníamos hasta el nombre decidido: Tobin.
Ella estaba a punto de publicar su septimo libro sobre física y estaba segura de que éste la consagraría como la mejor física del momento. Ambos lo creiamos así. Además jozabamos de una relación inmejorable, como no puede ser menos, ya que éramos dos recién casados.
Una frase hace que vuelva a la realidad. El sacerdote que oficia la misa, que, por cierto, es el mismo que nos casó, el padre Henri, termina el funeral de la siguiente manera:
- ...y para terminar el triste funeral de nuestra hermana Lucy, a la que nunca podremos olvidar, quiero despedirla con una frase de la Santa Biblia. Una frase que sé que le gustaba especialmente. Dice así: "si no lo hacéis así, habréis pecado, y sabed que vuestro pecado os saldrá al encuentro". Esta cita es el versículo 23 del capítulo 32 del libro de los Números. Descanse en paz, Lucy. Y vosotros hermanos, podéis ir en paz.
El funeral ha terminado. Me acerco despacio al ataúd de Lucy. Está preciosa. Le tomo la mano, fría y blanca, como la nieve. Me acerco a su cara y le pido perdón. No sé cómo hacerlo, pero espero que, esté dónde esté, ella me entienda y me perdone. Comienzo a llorar desconsoladamente.
Acerco lentamente mis labios a los suyos y le doy un último beso. Me caigo y me desmayo. Despierto y sé que estoy en mi cama. Miro a mi derecha. El despertador marca las 23:32. Miro a mi izquierda. No puede ser... Es imposible...
Saludos a dos capítulos del final del cuento...
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