La Octava Víctima
Ese
maldito hijo de puta lo había vuelto a hacer. Un bolígrafo, unas cuantas hojas
de papel, canciones para mantener la concentración, litros de café y soledad.
Quizás algún porro ocasional, una puta para aliviar tensión o algo de alcohol
también irían incluidos en el manuscrito que le presentaba, pero eso no le
importaba. Ese maldito hijo de puta estaba apunto de lograr un nuevo éxito. Y
ya iban quince.
Nadie
era capaz de explicar como, de la noche a la mañana, un completo inútil había
adquirido las cualidades de un candidato al Premio Nobel.
Sin
embargo, allí estaba él. Sentado enfrente de mí, con la cabeza inclinada hacia
atrás, mirando al techo del despacho mientras esperaba mi veredicto.
Con
sumo cuidado volví a releer el comienzo del libro. El protagonista se
presentaba como el típico tipo afable y desde el primer momento te decía lo que
era: un asesino en serie. Sin embargo caía simpático. Casi tan simpático como
su creador.
Doscientas
ochenta y tres páginas después, el protagonista seguía siendo un simpático
asesino en serie, pero llevaba sobre su conciencia siete nuevas víctimas: el
bombero sadomasoquista, el maestro violador de niños, la pareja que mataba
ancianos, el amante jardinero y la puta y el camarero del Madame Truffaut.
Sin
embargo, algo no terminaba de cuadrar. Alguna víctima debería habérsele pasado
por alto, pues el protagonista, según dice al principio del manuscrito,
necesita matar en tandas de ocho personas.
Ese
maldito hijo de puta no sólo cosechaba éxitos, te hacía pensar. ¿Quién sería la
octava persona?
-
De
primera calidad, Joseph. Un nuevo éxito asegurado.
-
¿Cuándo
la publicaréis? – preguntó el con cierto tono impaciente.
-
Si
nos ponemos a ello desde ya, la primera edición saldrá en algo más de dos meses
con una tirada de unos cien mil ejemplares. ¿Qué te parece?
-
Bien,
bien. Quiero que sea Johnny el que haga la portada. Estoy contento con el
trabajo que hizo con mi último libro.
-
¿Johnny?
Está bien, sin problema. No creo que salga muy caro. Aunque todo es poco para
el escritor estrella de la editorial.
-
No
me hagas la pelota – dijo en un tono que mostraba su enfado – sabes que lo odio.
-
Vale,
no te cabrees.
-
Bueno –
dijo cortando lo que fuera que yo iba a decir en ese momento – si no hay nada más que hablar, me voy.
-
Ok,
te mantendré informado si hay novedades.
Se
levantó de la silla y con su postura habitual, hombros caídos, cabeza gacha y
paso endeble pero decidido, se encaminó hacia la puerta del despacho. La abrió
y se dispuso a salir de la habitación.
-
Ey,
dime una cosa antes de irte: ¿quién coño es la octava víctima?
Noté
cierta vacilación en su forma de responderme, esa vacilación de las personas
que dan por supuestas las cosas que para ellas son obvias, aunque éstas no lo
sean para los demás.
-
¿No
lo sabes?
Negué
con la cabeza.
-
No
me lo puedo creer. ¿Ni siquiera lo intuyes? – insistió él.
-
No,
Joseph. Ni lo sé ni lo intuyo. Por eso precisamente te pregunto.
-
La
puta estaba embarazada.
Y cerrando
la puerta, sin esperar a contemplar mi reacción, como si ya supiera cual iba a
ser, salió de la habitación.
José Manuel Romero Cervantes
Saludos de un "YouTuber" que se ha propuesto volver a subir vídeos pronto...
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